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Ni Rosa Ni Celeste

Desde que somos concebidos, y fundamentalmente desde que nacemos, nuestras formas de ser, de estar en el mundo y de manejarnos en él están condicionadas, en parte, por el sexo al cual pertenecemos. Se atribuyen al bebé características e intereses según sea niña o niño, desde su gestación y, una vez que nace, socialmente se valora de forma distinta a unos y a otras. Es frecuente escuchar “las niñas son más cariñosas, más cuidadosas, más sensibles”, “los niños son más independientes, más activos, más valientes”, “a las niñas no se les pega” (aún cuando no se le debería pegar a nadie), “los niños no deben llorar”, “ese juego es cosa de niños/niñas”, “ese color es de niña/niño”, “esa prenda de vestir, esa muñeca, ese camión”

El género es una construcción sociocultural que se hace sobre cuerpos sexuados, es lo que cada sociedad atribuye, en un momento histórico determinado, a cada uno de los sexos desde el nacimiento, definiendo roles, cualidades, funciones, y asignando derechos, obligaciones, permisos y prohibiciones diferentes para varones y mujeres. De esta manera, se imponen modelos de masculinidad y de feminidad diferenciados que sesgan no sólo nuestra mirada sino también el desarrollo de los/as niños/as, en la medida en que se valoran y promueven algunas cuestiones y se inhiben y coartan otras. A este proceso se lo conoce como socialización de género: “aprendemos” a desempeñar el rol de género que nuestra cultura nos asigna en función de nuestro sexo biológico, “aprendemos” a pensar, a sentir y a comportarnos “como hombres y como mujeres” según lo que cada cultura determina. A partir de una diferencia biológica (sexo) se construye una desigualdad social que en la gran mayoría de los casos coloca a las mujeres en una posición de desventaja con respecto a los hombres para ejercer sus derechos y acceder a oportunidades sociales. Esta desigualdad social se ve reforzada por los llamados estereotipos de género, juicios que se fundamentan en ideas preconcebidas, que en muchas ocasiones son inconscientes y que dan lugar a la discriminación. Por todo esto, es imprescindible analizar como desempeñamos nuestro rol de género para no caer en estereotipos de manera involuntaria: escuchar(nos), observar(nos), cuestionar(nos), con la finalidad de evitar promover estereotipos que limiten las experiencias y las oportunidades de los/as niños/as, y que no permiten la libre expresión de sus individualidades, de sus deseos y de sus emociones. Fundamentalmente, se trata de RESPETARLOS/AS.

 

 

Para promover sociedades más igualitarias y prevenir la violencia de género es fundamental:–

criar/educar en igualdad de derechos y oportunidades, tanto desde las familias como desde las

instituciones educativas, que son los principales agentes de socialización que contribuyen a

transmitir valores, normas de convivencia y a perpetuar o bien modificar los estereotipos de género

 

 

– permitir identificar y expresar las emociones, sin censurarlas o habilitarlas en función del sexo (“los niños deben ser fuertes y valientes, no deben tener miedo ni deben llorar”, “las niñas deben ser sensibles y obedientes, no deben ser curiosas ni rebeldes”),

 

– cuestionar los estereotipos de género: revisar nuestro lenguaje, nuestras actitudes, los modelos que transmitimos, los cuentos y películas que elegimos, los juguetes que regalamos, los juegos que promovemos,

 

– sensibilizar acerca de los estereotipos de género para poder actuar adecuadamente frente a ellos y concientizar sobre el impacto que tienen los mismos en la construcción de la identidad,

 

– reflexionar sobre la discriminación que sufren tanto las niñas (y mujeres) como los niños (y hombres) en distintos ámbitos, sobre el reparto desigual de las tareas domésticas y la crianza, sobre la implicación de los distintos miembros de la familia, sobre las expectativas y sobre el impacto que todo esto tiene en su desarrollo, en su autoestima, en su confianza en sí mismas/os

 

– fomentar el respeto, la empatía y el diálogo como vía de resolución de conflictos

 

 

 

Educar con sexismos no sólo acentúa la desigualdad y la violencia sino que sostiene la opresión de las

mujeres y la imposibilidad de que los hombres desarrollen su sensibilidad y expresen sus sentimientos sin ser juzgados por ello. La violencia contra las mujeres constituye un grave problema social que lamentablemente crece día a día. Tomemos consciencia, criemos niñas y niños libres, promovamos la equidad de género desde la más tierna infancia: “ni princesas, ni superhéroes”, “ni cocinitas ni camiones”, “ni rosa ni celeste”… todos los colores, todas las opciones.

 

 

 

 

Texto extraído de la página: https://licenciadanatalialiguori.wordpress.com/2015/07/18/ni-rosa-ni-celeste/

 

 

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